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Experiencias

Una parrilla argentina premium y glamorosa

El establecimiento de Las Cañitas ofrece una inmejorable selección de carnes argentinas de alta calidad y un esmerado servicio de atención personalizada, en un ambiente que combina lo campestre con el característico glamour de este polo gastronómico porteño.

Desde el atardecer, las calles de Las Cañitas se van poblando de amigos, familias, matrimonios y grupos de turistas hasta que, llegada la noche, todos los bares, heladerías y restaurantes desbordan de gente. Parece mentira que sea enero; así como está de concurrido, el coqueto barrio porteño bien podría ser una sucursal de las zonas de vida nocturna de Pinamar o Punta del Este.

En ese ambiente, entre sofisticadas ropas y distinguidos perfumes, el olorcito a asado parece desentonar. Sin embargo, y obviamente, es un clásico de esta zona gastronómica de la ciudad, ante el que es difícil no caer felizmente rendido.

En ese contexto, La Guadalupe se presenta como una inmejorable opción. Inaugurada en abril del año pasado en Báez 358, pleno corazón del barrio, en su oferta se destacan los cortes de parrilla argentina premium y la cocina casera, en un espacio que combina aspectos campestres con el glamour característico del área.

Con una superficie de 600 m2 y capacidad para 100 cubiertos, el restaurante ofrece sectores para todos los gustos: mesas sobre la vereda, galería y patio al aire libre –inclusive en invierno, ya que cuentan con sistemas de calefacción¬¬– y un amplio salón de techos altos dotado con sillas de ratán gris y mobiliario de madera oscura. Allí se destaca una gran barra de mármol que antecede a la enorme parrilla a la vista. También cuenta con un espacio para eventos en el primer piso, con terraza, cocina y barra propias.

El local cuenta con wi-fi, y acceso y baños aptos para personas con movilidad reducida.

SABORES PUROS Y ESMERADA ATENCION.

Mientras comenzaban a llegar los comensales y las camareras acercaban a las mesas los menúes y los tentadores primeros platos, Guillermo Delgado, gerente del establecimiento, le comentó a Ladevi Ediciones: “Tratamos que la gente se sienta como si hubiera cocinado su abuela. No marcamos la carne y los postres son generosos”, frase perfectamente comprobable al término de la cena.

Pero vayamos al comienzo: apenas arribados y acomodados, los comensales reciben como cortesía un aperitivo (actualmente Campari con naranja), una mini empanada frita de carne y panes caseros saborizados con dip de queso crema y ciboulette o chimichurri, presentados en una panera símil cuero. Esto, claro, acompañado de la simpatía de la camarera, que en todo momento se muestra atenta y con la mejor predisposición para brindar una cuidada atención personalizada. Lo mismo demuestra Delgado, quien a lo largo de la noche recorre una a una las mesas para asegurarse de que todo esté en orden.

Yendo directo al plano gastronómico, entre las entradas hay disponibles opciones tradicionales como la típica provoleta (del proveedor Nonna Pia) –que también se ofrece con rúcula y tomates secos–, chorizo criollo de rueda para compartir (del frigorífico Marilú Damiano, que los prepara especialmente en ese formato para La Guadalupe), y mollejas grilladas o frescas. También hay una buena variedad de ensaladas para quienes prefieren cuidar la ingesta de calorías.

En cuanto a la propuesta de parrilla, Delgado indicó: “La carne que trabajamos tiene dos particularidades: la compramos estacionada –10 a 14 días– y envasada al vacío. Nuestro proveedor es el frigorífico Entre Todos. Para otro tipo de insumos a veces vamos al Mercado Central; en general nos manejamos con materia prima fresca”.

El ojo de bife en su punto justo es la especialidad de la casa, aunque también sobresalen el asado de tira especial, entraña o colita de cuadril y los suculentos bife de chorizo y churrasquitos de cerdo, todo de calidad premium.

Un detalle es que los platos de parrilla se sirven en planchas calientes sobre tablas de madera, junto con cinco exquisitas cazuelitas cuyos sabores cambian todas las semanas: las hay de hongos de pino, cebollas caramelizadas, berenjenas al escabeche, salsa tártara, salsa criolla, espinacas a la crema con queso parmesano y salsa barbacoa.

Para acompañar, además de variadas ensaladas se ofrecen papas y batatas fritas –presentadas en pintorescos mini canastos de fritura–, puré rústico de papas o calabaza, y tortilla de papas.

También hay platos que no son de parrilla, como ñoquis, espaguetis, ravioles de espinaca y sorrentinos de jamón y queso, que se sirven con salsas caseras.

Sea cual sea el menú elegido, el comensal podrá elegir el vino –que también se puede pedir por copa– de una carta modesta pero completa, con varietales especialmente seleccionados para maridar con los sabores del local, que cuenta con una gran cava para mantener la temperatura ideal de las variedades ofrecidas.

Después de las abundantes porciones, y una lógica y necesaria pausa, es momento de seleccionar un postre: están los tradicionales como el queso y dulce, el flan o panqueques de dulce de leche, o bien opciones más modernas, como el mousse de maracuyá, volcán de chocolate o el brownie con helado.

Cualquiera de ellos, aunque uno se incline por el mousse de maracuyá, es ideal para cerrar una noche de sabores plenos y auténticos.

A la hora del cafecito, Guillermo, acercándose gentilmente una vez más a la mesa, concluye: “Nuestro elemento diferenciador consiste en tener en cuenta todos los pequeños detalles para lograr que los comensales se sientan como en su casa”. Y así fue…

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