Que trekking por las montañas. Que rafting. Que parapente. Que escalada en roca. Que doblarse como un mono para pasar por ese túnel estrecho; que asir con fuerza la escalera de sogas para subir aquel peñasco. Que preparar bien la mochila, incluyendo buen abrigo y comida hipercalórica. Que preparar el fuego nocturno con algunas ramas y fósforos resistentes al agua que nunca, pero nunca, funcionan cuando se los necesita. Que hoy comer arroz porque el paté lo vamos a necesitar mañana, porque mañana será un día duro. Que levantarse tempranísimo porque la caminata será larga. Señoras y señores: por mucho tiempo quien escribe ha realizado todas estas tareas, entre muchas otras prefijadas para unas vacaciones lindantes con la aventura. Lo diré una vez, como un grito desesperado, a la espera de que mis palabras capten la atención de algún lector que haya pasado por todos estos sufrimientos: ¡me – can – sé!, ¡no – más – a – ven – tu – ra! Lo siento en el cuerpo: esta decisión perdurará en mí por mucho, mucho tiempo.
Argentina: cinco lugares para rendir culto a la pereza
Es por esta razón –las ya inexistentes ganas de probar lo resistente que soy al entorno natural– que dediqué esta nota a describir algunos enclaves del país que convocan a atravesar un estado de total pereza y desidia, con el goce que ello trae aparejado. A decirlo sin miedo, vamos, repitan conmigo como un mantra: “Quiero vacaciones, quiero dormir, quiero pensar en nada, quiero olvidar…”. Verán que reposar, comer y volver a reposar se transformará en un camino sin retorno.
PURMAMARCA.
Tiremos una coordenada: se deben recorrer 65 km. desde San Salvador de Jujuy. Una vez allí, nos encontraremos con un pequeño pueblo cuya tarjeta de presentación son sus casas bajas y con paredes de adobe, sus calles de tierra, los pequeños almacenes, el encantador silbido de alguna quena errante.
Un llamativo desorden visual se presencia no bien se pisa esta localidad, donde los colores de sus paisajes -que van del ocre al rojo rabioso- aparecen, a veces, claramente diferenciados, y otras, difusos e irreconocibles.
Sí señor: Purmamarca es un enclave turístico para hacer nada de nada. Como mucho, salir con el mate y el termo bajo el brazo a contemplar su famoso cerro de los Siete Colores: apoyado sobre una pared de un azul profundísimo que es el cielo, este coloso de piedra se erige como un monumental telar tejido con las más finas lanas ocres, naranjas y verdes. Debajo del coloso de piedra se asoman unas pequeñas viviendas de adobe, desde cuyas puertas los lugareños van apareciendo con la mano alzada, saludando y dando la bienvenida a quienes, en algún momento del año, se acercan a este escondido lugar del mundo.
También vale la pena acercarse a la plaza, alrededor de la cual funciona permanentemente una feria artesanal donde es posible adquirir artículos regionales como vasijas, alfombras confeccionadas en telares, ponchos, instrumentos musicales y ropa típica de la quebrada.
Los más osados quizás se animen a hacer una caminata de sesgo contemplativo por el Paseo de los Colorados, que atesora hermosas vistas de las coloridas formaciones pétreas circundantes.
Pero lo que no se debe dejar de hacer en Purmamarca es un recorrido gastronómico, ya que todos los restaurantes del lugar saben poner en valor las especialidades de la región con un refinado toque gourmet, además de ofrecer espacios cómodos adonde continuar haciendo culto a la holgazanería.
Uno de los recomendados es el restaurante Los Morteros. De encantadora y cálida ambientación norteña, este sitio es uno de los más apreciados para los paladares exigentes. En su variado menú presenta memorables recetas, como las ricas empanadas de maíz capia rellenas de queso de cabra, picante de pollo, y arroz con leche con mousse helada de canela. Además, entradas como el solterito de quinoa, o el suave tamal de llama, conforman un preludio perfecto a sabores más intensos como el picante de lengua o el corderito acompañado con trigo mote.
Por último, a una cuadra de la plaza principal despunta El Rincón de Claudia Vilte, una peña con restaurante que invita a disfrutar de destacada cocina regional en compañía de toques de foclore norteño.
Empanadas de queso de cabra o de charqui, cazuela y asado de cabrito, lomo de llama, ensaladas andinas con quinoa y papitas puneñas conforman su amplia variedad de platos. Para completar el menú, la carta propone exquisitos postres elaborados con dulces caseros, cayote, higos, zapallitos y batatitas en almíbar con nueces y/o miel de caña, todo acompañado con los vinos más selectos del país.
Cómo llegar: San Salvador de Jujuy se encuentra a 1.660 km. de Buenos Aires. Hay empresas de ómnibus (Balut, entre otras) y compañías aéreas (Aerolíneas Argentinas) que llegan a la provincia. Desde la capital de Jujuy hay empresas de ómnibus locales que llegan hasta Purmamarca.
Informes: Secretaría de Turismo y Cultura de Jujuy: tel.: (0388) 4221325.
LA TOMA
El autor de esta nota desconoce el lugar sobre el cual hará referencia a continuación. Simplemente, otro viajero amigo de la pereza vacacional le ha pasado el dato: se trata de La Toma, un balneario ubicado a 5 km. de la localidad cordobesa de Mina Clavero, sobre la cuenca del río que lleva el mismo nombre.
Este enclave se caracteriza por presentar toboganes de granito –formaciones propias de la geografía del lugar– además de cascadas y piletones naturales.
Si de infraestructura hablamos, eso sí, es escasa: La Toma cuenta con dos playas de estacionamiento para dejar el auto, una casa de té y una proveeduría.
Si bien la foto que ilustra esta nota fue tomada en verano, el hecho de observarla en detalle hasta casi trasladarnos imaginariamente al lugar nos dará cierta idea de en qué consiste la propuesta.
Leamos lo que el viajero amigo le aconsejó a quien escribe:
“Mirá, mirá ese cielo y esa franja verde en el fondo. No importa que la foto sea del verano. Imaginate que ahora mismo, en estos días de frío, estás descansando sobre una de esas rocas. Cualquiera de ellas, elegíla vos ahora mismo. Hacé el esfuerzo de viajar con la mente. Ahora ponete a escuchar el discurrir de ese río de aguas transparentes, mientras el solcito otoñal te lame la cara. Listo, ya estás ahí. Ahora entreabrí los ojos, respirá hondo y observá el paisaje nuevamente: el río está allí; discurre por ese lugar todo el año, mientras vos estás ocupado en `parar la olla´ o en alguna otra cosa. ¿No es maravilloso? Al río no le importa nada de tu vida: solo discurre por ese lugar lleno de energía, con las piedras y la vegetación como mudos testigos. Y entonces, en medio del trajín de la vida diaria, decidís acercarte a La Toma. Te repito: elegís una piedra (la que mejor se amolde a tu cansancio), y dejás que te caliente la espalda mientras el solcito hace lo propio con tu jeta. Si querés, te llevás algún libro para leer. Si no, te quedás ahí, piano piano, pensando en nada, dejándote llevar por los encantadores ruidos circundantes. Te lo merecés: ¿para qué laburamos todo el año?”.
Cómo llegar: el balneario La Toma está ubicado a 5 km. de Mina Clavero. Se accede por el viejo camino de las Altas Cumbres.
Informes: Agencia Córdoba Turismo: tel.: (0351) 4348260/64.
RETA
No bien se llega a Reta todo parece indicar que el tiempo se detuvo hace décadas. Para muestra, basta un par de botones: las calles son de arena y respetan los antiguos médanos del lugar, las casas continúan siendo bajas, la vegetación surge por todos lados, y la hora de la siesta es una tradición altamente respetada por los locales, y transmitida con igual fuerza a los visitantes.
El centro del pueblo presenta pocos restaurantes y hoteles, característica que le confiere un cierto aire de pueblo fantasma.
Localizada en el partido de Tres Arroyos (provincia de Buenos Aires), y con 30 km. de playas, Reta ostenta dos límites bien marcados: el caracolero (cementerio de caracoles) al este, y la desembocadura del río Quequén Salado por el oeste.
Su costa se encuentra en estado virgen, original, y reparada de los vientos gracias a una extensa bahía.
Allí, durante el invierno, hay espacio y tiempo suficiente para realizar una duradera caminata por la playa, o bien practicar la contemplación del mar, mate en mano.
Para hacer un alto al mediodía y resguardarse del viento costero, lo mejor es buscar uno de los pequeños bares frente al mar para saborear la pesca del día.
La pequeña villa turística está bien arbolada, con predominio de los eucaliptos, que le brindan al lugar un aroma particular. Nada mejor entonces que respirar hondo y sentir cómo el aire limpio ingresa en los pulmones.
Otra de las atracciones de Reta es el túnel que corre por debajo de los médanos, frente a la costa, que facilita un rápido acceso a las playas. Sucede que la ciudad cuenta con una larga cadena de médanos, algunos de hasta 200 m. de altura: para evitar trepar semejantes alturas –con el consiguiente cansancio para nosotros, los turistas menos aventureros del mundo–, el túnel es una excelente alternativa para llegar a la orilla del mar. Además, frente a él se encuentra el famoso barco hundido de la zona, al cual se puede acceder por la calle 40, en épocas de bajamar.
Si la idea es caminar un rato por la costa, otra visita obligada es el Molino de la Rosa, construido a fines del siglo XIX y uno de los primeros equipamientos de la zona para la actividad agropecuaria. Siguiendo río arriba, y sin cansarse demasiado, se encuentra la cascada Cifuentes: dos saltos de agua de cinco a siete metros. Una de ellas oculta una cueva, a la cual se accede cruzando la cortina de agua. Es un excelente lugar para desenchufarse del mundo, ya que solo se escucha el ruido del agua cristalina.
Cómo llegar: en auto, desde Buenos Aires la distancia es de 610 km. Es necesario tomar la Autopista Riccheri hacia Ezeiza y desviarse para seguir por la Ruta 205 hasta San Miguel del Monte. Allí se debe empalmar con la Ruta 3 hasta la altura del kilómetro 563. Luego seguir por el desvío hacia Copetonas y desde allí son 28 km. de ripio hasta Reta. En ómnibus, desde Retiro hasta Tres Arroyos, y desde allí hay combis y remises hacia Reta.
Informes: Dirección de Turismo de Tres Arroyos: tel.: (02983) 433168/128.
GLACIAR PERITO MORENO
A aproximadamente 3.000 km. al sur de la ciudad de Buenos Aires, en el sudoeste de Santa Cruz, y descansando plácidamente sobre una de las márgenes del lago Argentino, se encuentra la localidad de El Calafate. Obviamente, y para quien así lo desea, este sitio depara múltiples opciones para los amantes de la aventura. No es el caso de quien escribe, que dedicó tres de sus cuatro días en la ciudad turística a visitar el glaciar Perito Moreno.
Para ello, religiosamente se acercaba cada mañana a la terminal de ómnibus y tomaba un pequeño micro que, tras recorrer 80 km. de la amplia estepa patagónica, lo depositaba a los pies de su amigo, el gigante de hielo.
Mate o petaca de buen whisky: cualquiera de ambas bebidas es la compañera ideal para comenzar a dilucidar qué es lo que el Perito Moreno nos quiere transmitir a través de sus potentes rugidos.
Avancemos por las pasarelas… a ver, por este costado está bien. Sin demasiado esfuerzo. Simplemente, dejémonos llevar por la pendiente del camino elegido. Este es un buen lugar: delante de nuestros ojos hay unos 50 inmensos lápices de hielo apuntando hacia las nubes, sus grafitos de un azul intenso, su cubierta nívea. No hay nada que hacer. Bah, sí: transmitir un mensaje telepático al cerebro del glaciar para que deje caer al lago Argentino alguna de esas filosas puntas. “Dale, porfa…, porfaaa…”, le pedimos.
No hay caso. Es como si el coloso nos estuviera dando una lección de paciencia. Bajamos la vista para cargar otro mate, y es en ese momento cuando un estrépito me hiela la sangre. En un avance cuadro por cuadro, una descomunal punta de hielo quiebra en mil pedazos el espejo de agua. “Gracias, querido”, enviamos otro mensaje telepático a nuestro amigo, el glaciar.
Con un mínimo de esfuerzo –el esfuerzo que implica ascender una leve pendiente y subir un par de escalones– nos posicionamos en las pasarelas más panorámicas. Ahora los lápices de punta azul ya se cuentan por miles. Un ejército de lápices de hielo nos amenazan desde su posición dominante; o mejor dicho, nos invitan a la reflexión; o ambas cosas a la vez. Han pasado cuatro horas desde que pisamos la primera pasarela. El mate puede esperar hasta mañana: un buen trago de whisky nos dará el valor suficiente para enfrentarnos un rato más con el Perito Moreno. O mejor dicho: para enfrentarnos con nuestra insoportable levedad.
Cómo llegar: Aerolíneas Argentinas cuenta con vuelos a El Calafate.
Informes: Secretaría de Turismo de la Municipalidad de El Calafate: tel.: (02902) 491090.
LAGUNA NIMEZ
A 1 km. del centro comercial de El Calafate, en una zona cercana al lago Argentino, la Reserva de Avifauna Laguna Nimez se nos presenta como otro sitio ideal para nosotros, los amigos de la molicie.
La puerta de entrada a la reserva son dos o tres casas bajas, con un camino de ripio entre ellas.
Una recomendación: al visitar este lugar es aconsejable circular despacio y detenerse con frecuencia, porque es la mejor forma para poder observar la flora y la fauna de la reserva. El circuito tiene aproximadamente 2.500 m. de extensión, y presenta carteles indicativos que ayudan a realizar una autointerpretación del lugar.
El viento aquí es un aliado permanente, razón por la cual es recomendable llevar un buen abrigo.
Quizás sea ese feroz viento el que moldea unas nubes de lo más extravagantes: horizontales, largas y puntudas, de formas ovoideas, y de un blanco furioso que corta al medio el azul intenso del cielo
Ya en plena reserva, el copioso césped –inmensa cabellera verde desde su raíz, con miles de pequeñas flores blancas en los extremos– intentará enredar nuestros pies. Pero nuestro espíritu holgazán es más fuerte, y nos pone como objetivo aquel ojo de agua que se divisa a lo lejos. Solo hay que cruzar ese puentecito.
Con semejante marco de verde y pequeñas flores, el puentecito ya cercano podría haber sido cruzado por Heidi con todas sus ovejas. No obstante, este escenario queda bastante alejado de los alpes suizos, y se ha erigido como un sitio ideal para la observación de aves. Aquí se destacan alrededor de 80 especies; entre ellas, flamencos, cisnes de cuello negro, teros y patos.
Ya estamos a la vera de la laguna Nimez, que a esta hora del día (alrededor de las 15) refulge como una esmeralda. El viento continúa con su labor, y permanentemente nos regala racimos de espuma blanca sobre el agua.
Una vez más, como en tantos otros viajes, nuestra mochila oficiará de almohada. Saquemos la bolsa de dormir (en lo posible, de plumas), acurruquémonos dentro de ella, y disfrutemos por unas horas de una siesta en este bello lugar de la Patagonia. Intentar hacer algo aquí sería de una absoluta insolencia a este entorno, que solo nos invita a bostezar y relajarnos como nunca antes lo habíamos hecho.
Cómo llegar: Aerolíneas Argentinas cuenta con vuelos a El Calafate.
Informes: Secretaría de Turismo de la Municipalidad de El Calafate:
tel.: (02902) 491090.
Temas Relacionados