Con más de 340 días de sol al año, una hermosa bahía, playas extraordinarias cerca de la ciudad, bosques y parques, Sydney -capital de la región de Nueva Gales del Sur- es la ciudad más grande y más antigua de Australia, establecida por los primeros colonos en 1788.
Sus calles representan un moderno Babel que desafía al cosmopolitismo de Nueva York o Londres. Negocios, restaurantes, cafés, artistas y músicos de todo tipo estimulan los sentidos al máximo. Pese a contar con 4 millones de habitantes, la urbe permite disfrutar de una libertad y seguridad difícil de encontrar en otras metrópolis.
El ícono de la bahía.
Indiscutiblemente, el Opera House es el icono más reconocido de la ciudad. Su famosa figura, formada por múltiples techos, se inspiró en hojas de palmera, según lo dicho por el arquitecto que la proyectó, Jorn Utzon. La construcción -erigida entre 1959 y 1973- posee cuatro salas para conciertos, teatro y cine. A su alrededor, restaurantes, bares, centros de la cultura aborigen, librerías y galerías de arte conforman el punto de encuentro de los artistas.
Sin perder de vista la silueta del Opera, otro imponente símbolo de Sidney emerge ante los ojos del turista: el Harbour Bridge. Inaugurado en 1932, con el propósito de unir el norte y el sur de la ciudad, fue durante mucho tiempo el puente en arco más largo del mundo. Hoy una de sus torres tiene un mirador desde donde se puede disfrutar de una panorámica excelente de la ciudad.
En tanto, el Sidney Harbour, con sus acantilados, islas rocosas, fantásticas playas y bahías constituye una de las más bellas fronteras con el mar. Oficialmente llamado Port Jackson, el puerto entra unos 20 km. en la tierra para unirse a la boca del río Parramatta. Allí, el Sidney Harbour National Park (Parque Nacional del Puerto de Sidney) protege los espacios de vegetación alrededor del puerto, al tiempo que ofrece bellos senderos para disfrutar de un paseo.
El barrio histórico.
The Rocks es el centro histórico de la urbe, donde en 1788 el capitán Arthut Phillip llegó con casi un millar de presos para colonizar el interior de la isla.
En la década del 70 fue prácticamente reinventado por los visionarios de la industria de la construcción y por el movimiento comercial. De todos modos, constituye el precinto histórico por excelencia, con calles adoquinadas y edificios coloniales. Las atracciones de este barrio incluyen la feria de fin de semana, el museo geológico y minero -conocido como el Earth Exchange-, y gran cantidad de locales de artesanías, así como galerías de arte.
A continuación lo más recomendable es recorrer la zona menos desarrollada del contiguo suburbio de Millers Point, que no ha sido todavía explotado por el turismo. Hay que estar atentos porque en este paseo se encuentran dos de los más antiguos pubs de Sydney: Lord Nelson Brewery Hotel y The Hero of Waterloo.
El acuario del Circular Quay.
Muchos consideran a Circular Quay como el punto más importante de la ciudad, donde un monorriel forma un circuito cerrado alrededor del Darling Harbour, con siete paradas en lugares estratégicos. Durante muchos años, la zona fue centro de embarcaciones, pero ahora, además de ser uno de los ejes de Sydney, es un espacio recreacional que combina estaciones de ferry, terminales de pasajeros marítimos, caminos que recorren el puerto, restaurantes, parques y el Museo de Arte Contemporáneo.
Además, allí se ubica uno de los mejores acuarios del mundo, donde es posible observar la flora y fauna marina que habita en la Gran Barrera de Coral, hasta los ejemplares de los ríos más grandes de Australia. Sin embargo, el punto más destacable del acuario es el túnel submarino de cristal, donde los visitantes pueden ver a los tiburones nadar sobre sus cabezas.
Un gran espacio al aire libre.
Con 15 mil ha., el Royal National Park es el más grande de la ciudad. Impresionantes acantilados, una gran variedad de caminatas con distintos niveles de dificultad, la posibilidad de practicar surf e inmensas playas para ir a nadar, hacen del parque un sitio ideal para pasar un día al aire libre.
Allí se puede realizar avistamiento de aves con guías especializados, remar por el río Cangaroo o disfrutar de un picnic en áreas especialmente destinadas. Bundeena, en el extremo norte del parque, es un pequeño barrio antiguo, que se convirtió en un punto de reunión para todo tipo de artistas. Bundeena tiene su propia playa y varios cafés, restaurantes y clubes.
Sus calles representan un moderno Babel que desafía al cosmopolitismo de Nueva York o Londres. Negocios, restaurantes, cafés, artistas y músicos de todo tipo estimulan los sentidos al máximo. Pese a contar con 4 millones de habitantes, la urbe permite disfrutar de una libertad y seguridad difícil de encontrar en otras metrópolis.
El ícono de la bahía.
Indiscutiblemente, el Opera House es el icono más reconocido de la ciudad. Su famosa figura, formada por múltiples techos, se inspiró en hojas de palmera, según lo dicho por el arquitecto que la proyectó, Jorn Utzon. La construcción -erigida entre 1959 y 1973- posee cuatro salas para conciertos, teatro y cine. A su alrededor, restaurantes, bares, centros de la cultura aborigen, librerías y galerías de arte conforman el punto de encuentro de los artistas.
Sin perder de vista la silueta del Opera, otro imponente símbolo de Sidney emerge ante los ojos del turista: el Harbour Bridge. Inaugurado en 1932, con el propósito de unir el norte y el sur de la ciudad, fue durante mucho tiempo el puente en arco más largo del mundo. Hoy una de sus torres tiene un mirador desde donde se puede disfrutar de una panorámica excelente de la ciudad.
En tanto, el Sidney Harbour, con sus acantilados, islas rocosas, fantásticas playas y bahías constituye una de las más bellas fronteras con el mar. Oficialmente llamado Port Jackson, el puerto entra unos 20 km. en la tierra para unirse a la boca del río Parramatta. Allí, el Sidney Harbour National Park (Parque Nacional del Puerto de Sidney) protege los espacios de vegetación alrededor del puerto, al tiempo que ofrece bellos senderos para disfrutar de un paseo.
El barrio histórico.
The Rocks es el centro histórico de la urbe, donde en 1788 el capitán Arthut Phillip llegó con casi un millar de presos para colonizar el interior de la isla.
En la década del 70 fue prácticamente reinventado por los visionarios de la industria de la construcción y por el movimiento comercial. De todos modos, constituye el precinto histórico por excelencia, con calles adoquinadas y edificios coloniales. Las atracciones de este barrio incluyen la feria de fin de semana, el museo geológico y minero -conocido como el Earth Exchange-, y gran cantidad de locales de artesanías, así como galerías de arte.
A continuación lo más recomendable es recorrer la zona menos desarrollada del contiguo suburbio de Millers Point, que no ha sido todavía explotado por el turismo. Hay que estar atentos porque en este paseo se encuentran dos de los más antiguos pubs de Sydney: Lord Nelson Brewery Hotel y The Hero of Waterloo.
El acuario del Circular Quay.
Muchos consideran a Circular Quay como el punto más importante de la ciudad, donde un monorriel forma un circuito cerrado alrededor del Darling Harbour, con siete paradas en lugares estratégicos. Durante muchos años, la zona fue centro de embarcaciones, pero ahora, además de ser uno de los ejes de Sydney, es un espacio recreacional que combina estaciones de ferry, terminales de pasajeros marítimos, caminos que recorren el puerto, restaurantes, parques y el Museo de Arte Contemporáneo.
Además, allí se ubica uno de los mejores acuarios del mundo, donde es posible observar la flora y fauna marina que habita en la Gran Barrera de Coral, hasta los ejemplares de los ríos más grandes de Australia. Sin embargo, el punto más destacable del acuario es el túnel submarino de cristal, donde los visitantes pueden ver a los tiburones nadar sobre sus cabezas.
Un gran espacio al aire libre.
Con 15 mil ha., el Royal National Park es el más grande de la ciudad. Impresionantes acantilados, una gran variedad de caminatas con distintos niveles de dificultad, la posibilidad de practicar surf e inmensas playas para ir a nadar, hacen del parque un sitio ideal para pasar un día al aire libre.
Allí se puede realizar avistamiento de aves con guías especializados, remar por el río Cangaroo o disfrutar de un picnic en áreas especialmente destinadas. Bundeena, en el extremo norte del parque, es un pequeño barrio antiguo, que se convirtió en un punto de reunión para todo tipo de artistas. Bundeena tiene su propia playa y varios cafés, restaurantes y clubes.