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Calabria para amantes del buen comer

Lejos de las grandes ciudades, en el sur de Italia, una serie de pequeños pueblos contienen joyas ocultas de arte, en una historia entremezclada y diversa, donde también los platos son los protagonistas. Apenas un camino posible desde la frontera entre Calabria y Basilicata hasta el mar, engarzando bellezas, paisajes de ensueño y los sabores auténticos.

Griegos, romanos, sarracenos, bizantinos, normandos, franceses… Calabria amalgama una larguísima y variada historia. Y los vestigios de todos esos pueblos, de todas esas tradiciones, de toda la fe acumulada, se superponen en un mosaico fascinante. Le proponemos un recorrido para los amantes del turismo histórico, el turismo cultural o el turismo religioso, lejos de las grandes ciudades, una vuelta a los pequeños pueblos, colgados de los montes, a los que se accede recorriendo caminos sinuosos, intercalados por campos cosechados y granjas, buscando los tesoros de ese pasado. Cada pueblito tiene uno, un secreto guardado esperando inquieto las miradas de los viajeros. Además de los antiguos edificios, hablamos de productos de una gastronomía sencilla pero cargada de sabores, entre combinaciones de carnes (de cerdo, cordero o cabra), hortalizas y las pastas, las omnipresentes pastas. Un viaje en auto de 5 o 6 horas, a lo largo de 264 km., de Aieta a Bova Marina, de las sierras a la orilla del mar.

AIETA

Al norte, a pocos kilómetros de la frontera de Calabria con Basilicata, se encuentra Aieta. El pueblo se remonta al año 1000 y está coronado por un palacio erigido en el siglo XVI por los marqueses de Cosentino. Se trata del único edificio civil de estilo renacentista de toda Calabria.

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Aieta, primer punto del recorrido.
Aieta, primer punto del recorrido.

La iglesia principal de Aieta es la de Santa Maria della Visitazione, otro tesoro que se remonta al siglo XVI y que se levantó sobre una anterior, de origen normando. Dentro del templo se destaca el ícono de la Madre de la Consolación, proveniente de la antigua Iglesia de San Nicola, la imagen de la Madonna del Carmine, del artista flamenco Dick Hendricksz (1544/1618); y dos retablos pintados por el napolitano Fabrizio Santafede. También es famoso el órgano Bossi-Prezioso, de 1673.

Si de disfrutar de la cocina local se trata, el mejor plato son los “fusiles a la Aetana”: con aceite, ajo, pan rallado, anchoas saladas y pimiento rojo.

MORANO CALABRO

Apenas 28 km. separan Aieta de Morano Calabro, avanzando hacia el este. Como en Aieta, lo más destacado es una combinación de templos y palacios. El principal es la Iglesia de San Bernardino di Siena, una verdadera joya de la arquitectura monacal del siglo XV, de estilo gótico tardío. Como no podía ser de otro modo, un amplio arco ojival domina el portal principal. El convento vecino data de 1452. El techo de madera es, en realidad, el casco de un barco invertido, y el políptico (pintura compuesta por varias tablas pintadas) es obra de Bartolomeo Vivarini, y fue pintado en 1477.

Un párrafo aparte merecen la Iglesia del Colegio de San Pedro y San Pablo, no porque se trate de la más antigua de Morano Calabro (se remonta al siglo XII), sino porque en su interior alberga dos estatuas de Pietro Bernini, célebre escultor y padre del más famoso Gian Lorenzo Bernini; y la Iglesia de Santa Maria Magdalena, que posee una rutilante cúpula de mayólicas amarillas y azules y un gran campanario. El interior está dominado por la imagen de la Madonna degli Angeli, de Antonello Gagini (1505).

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Una panorámica casi idílica de Morano Calabro. (Shutterstock)
Una panorámica casi idílica de Morano Calabro. (Shutterstock)

Coronando todo el pueblo se encuentra el castillo, monumento de origen normando, que se remonta al siglo XII. Entre 1515 y 1546, la fortificación fue ampliada a pedido del príncipe Sanseverino.

Algunos de los platos más típicos del pueblo son pastas como ñoquis (cavateddri), macarrones (llamados rascateddri y preparados con salsa de salchicha) y los tagliolini (lagane). Como producto gastronómico en solitario, decir Morano Calabro equivale a quesos: mozzarella, ricota, pecorino, caciocavallo y trenza.

ALTOMONTE

Unos 16 km. hacia el sur separan a Morano Calabro de Altomonte.

El tesoro de la ciudad es la Iglesia de la Consolación: el mayor templo gótico-angevino de Calabria, devenido hoy en museo cívico. Situado en la parte alta del pueblo, su vista domina el valle del Isaro. El templo es de origen normando, pero fue ampliado por el señor feudal Filippo Sangineto, en 1342. El templo alberga además el sepulcro de este noble local, construido posiblemente por el maestro Durazzesco (creador del estilo de arco homónimo).

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<p></p>La Iglesia de Santa Maria della Consolazione, en Altomonte. (Shutterstock)<p></p>  <p> </p>

La Iglesia de Santa Maria della Consolazione, en Altomonte. (Shutterstock)

También se destacan en Altomonte las iglesias de San Giacomo Apóstol de origen bizantino e interior barroco, y la de San Francesco di Paola, del siglo XVIII.

El castillo normando que domina el pueblo, que data del siglo XIII, fue ampliado y reformado por los diversos señores feudales que dominaron el área.

Una de las mejores propuestas gastronómicas de Altomonte es el minestrone: una sopa casera de verduras y legumbres. En este sentido es muy típica la “cicerchie”, una leguminosa rara y autóctona, emparentada con los garbanzos y los lupinos.

FIUMEFREDDO BRUZIO

A dos horas en automóvil hacia el sur y en dirección a la costa, a 52 km. de Altomonte nos encontramos con Fiumefreddo Bruzio.

Cercano al mar, el pueblo está bañado por el aroma a sal. Allí la Iglesia de San Miguel Arcángel data de 1540 y atesora en su interior valiosas obras como pinturas de Francesco Solimena y Giuseppe Pascaletti. Del mismo modo, la de San Rocco, del siglo XVIII, conserva antiguas pinturas que fueron restauradas por el artista Salvatore Fiume, en 1975, y donde se muestra justamente al santo atendiendo a las víctimas de la peste.

El castillo del pueblo es un fiel testigo de esa historia variada y agitada de Calabria: fue transformado en ruinas por las tropas napoleónicas, en 1807, cuando sitiaron en el lugar a un grupo de partidarios de la Familia Borbón y lo demolieron a cañonazos.

No se puede abandonar Fiumefreddo Bruzio sin probar dos rarezas gastronómicas. Por un lado, el filiciata, un queso blando recién cuajado que se sirve bañado en oliva y sobre hojas de helecho, y por otro es una tortilla de papas que no lleva huevos. ¿Un sabor bien típico? Los cuddurieddri o grispeddre: buñuelos de berenjena y anchoas rellenos.

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STILO

Hacia el sur, pero alejándose del mar Tirreno hacia el Jónico, aparece Stilo, a 91 km. Baluarte de la cultura bizantina, el origen del pueblo se remonta a las primeras colonias griegas. El templo más relevante es una pequeña iglesia del siglo IX, de estilo claramente bizantino: la Cattolica di Stilo. Algunos de los frescos de su interior se remontan al año 1000 y son de origen normando. Su planta es cuadrada y de cruz griega (equivalente al signo más, tiene todos sus brazos iguales), tiene tres ábsides (cabeceras de la iglesia) orientados al este y cinco pequeñas cúpulas. Fue fundada por monjes basilianos (pertenecientes a la Orden de San Basilio) que arribaron a Italia perseguidos por el Imperio Romano de Oriente.

La Iglesia de San Francesco, en cambio, es de claro estilo renacentista y consta de una poderosa torre campanario. En su interior se pueden admirar diversos frescos del artista Francesco Cozza.

El Templo de San Domenico, que data del año 600, albergó al fraile Tommasso Campanella, famoso filósofo y poeta italiano, en su juventud.

Otro templo importante es la Catedral de Stilo, del siglo XIV, y que en su interior cuenta con un fresco del siglo XVII bautizado “Il Paradiso”, del artista Battistello, alumno napolitano de Caravaggio.

GERACE Y BOVA MARINA

Unos 31 km. separan a Stilo de Gerace. Allí el edificio más importante es la catedral, que data del 1045. De estilo primitivo, combina elementos de les estilos románico y normando. En su interior se localiza una doble hilera de finas columnas de mármol que hacen recordar los templos griegos de la Magna Gracia (justamente, el sur de Italia).

Lo más característico del pueblo es el vino: el Griego di Gerace, como se lo conoce. Es un blanco que se produce en los valles que circundan la localidad, de 17°, que se obtiene de cepas de origen griego que fueron traídas por los primeros colonos de ese origen, hace siglos.

Tras recorrer 46 km hacia el sur, se arriba a la costa en Bova Marina, sobre el mar Jónico y punto final de nuestro recorrido. Situada a 850 msnm, uno de los edificios más antiguos es la catedral, que data del siglo V, dedicada a la Madonna della Presentazione. Allí se encuentra la estatua de la Virgen Isodia, atribuida a Rinaldo Bonanno (1584). El templo fue construido sobre uno anterior, de origen normando.

Otra perla es la vecina Iglesia de San Leo, del siglo XVIII, que incluye una estatua del santo obra de Pietro Bernini.

Otro hito especial es el pequeño Templo del Cabo de San Giovanni D’Avalos, donde se encuentra la estatua de la Virgen del Mar, creada por Celestino Petrone. El lugar es sede del culto de la Madonna del Porto Salvo, que surgió como un pequeño templo ubicado originalmente en la base del promontorio y que fue destruido por una fuerte tormenta en 1699.

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