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Siete razones para volver a un crucero Carnival

Navegando a bordo del Carnival Breeze, todas las preocupaciones desaparecen, incluso las relacionadas con las vacaciones en tierra firme. El servicio gastronómico de primer nivel, la cálida atención del personal, una gran gama de actividades y la posibilidad de tomar un merecido descanso son tan sólo algunas de las virtudes de los cruceros de Carnival.

Gastronomía, descanso, entretenimiento, excelente atención, destinos ensoñados. Claramente, los cruceros de Carnival saben comprender al pasajero que busca una vacación solamente relacionada con los placeres.

A bordo, la abstracción es absoluta y las preocupaciones son dejadas de lado por intríngulis menores: “¿Hoy comemos sushi o italiano?”, “¿Vamos al teatro o al casino?”, “¿Qué excursión tomaremos en nuestra próxima escala?”. Las preguntas siguen siendo varias, pero a diferencia de cualquier otro destino vacacional, las respuestas son siempre correctas. Todo está perfectamente calculado –en el sentido estricto de la palabra– en pos del mayor disfrute.

Esta conclusión surge luego de navegar seis días en el Carnival Breeze, la nave más nueva de la flota, con capacidad para 3.800 personas, pero que en octubre –fuera del período vacacional– sólo traslada a unos 3 mil afortunados.

Check-in en el puerto de Miami, ingreso al brillante lobby y traslado a una habitación –sorprendentemente– amplia, con sillón, TV, frigobar y dos duchas.

El Breeze comienza a avanzar, a través de la ventana los usuarios de jet skis nos saludan, la escollera queda atrás. Tocan a la puerta. Llegan las maletas, un champán y una canasta de frutas. La experiencia a bordo ha empezado con el pie derecho. Y a medida que la estadía avance habré recopilado muchas más razones para volver a bordo de un Carnival.

GASTRONOMIA.

Mencionar el apartado gastronómico en primer lugar está lejos de ser una casualidad: el sistema all-inclusive del Carnival Breeze es por demás generoso, no sólo por la amplia gama de tentaciones culinarias a la que seremos sometidos, sino, esencialmente, por su calidad.

A la hora del almuerzo, el restaurante Lido es el emblema a bordo, con un servicio tipo buffet donde querremos probar todo. Hay estaciones de comida mediterránea, india, francesa, mexicana, caribeña e incluso mongola, sumados a una gran barra de ensaladas y otra de postres. La opción italiana está reservada al restaurante Cucina del Capitano, donde nos ofrecen una planilla para confeccionar nuestro propio plato de pastas, en base a la variedad e ingredientes que elijamos. Y junto a la piscina se ubica un destacado: las hamburguesas de Guy’s Burger Joint, una afamada franquicia distinguida por su medallones opulentos, salsas especiales y papas condimentadas.

Por la noche, el ambiente del barco se vuelve apenas más formal. El sushi del restaurante Bonsai, con piezas grandes, sabrosas y preparadas al momento del pedido, vale su simbólico costo extra; y lo mismo corre para los jugosos bifes del Farenheit 555 Steakhouse.

Pero el principal escenario de la cena será el elegante Blush. Aquí todas las noches, precisamente en la mesa redonda 606, nos atenderá Thomas (Tommy, según él prefiere), quien nos explicó que el menú dispone de una carta fija y otra que va rotando cada día. Además, en su presentación prometió (y eventualmente cumplió) acordarse todos nuestros nombres durante la estadía. De este modo, bajo una excelente atención, cada noche nos regalamos con langosta, camarones, filets mignon, lasagnas y extravagancias como escargots y fritos de aligátor, entre muchas otras delicias coronadas por postres culposos y un café bajativo.

Claro que la satisfacción tiene un precio: el chef Porvin Gama, responsable por la gastronomía de todo el barco, nos comenta tras bambalinas que antes de cada crucero se gastan US$ 650 mil en la compra de alimentos. El sector gastronómico es de los más importantes, donde casi 600 empleados –de los 1.400 del barco– están dedicados a este rubro. Gama nos invita a recorrer la cocina del Breeze, de amplios pasillos, sin tumultos, donde la higiene es prioridad. “Este barco es el mejor, el más equipado y espacioso. Para nosotros, ocuparnos de la cocina es tan simple como seguir los protocolos. Tenemos el consumo perfectamente medido, no hay desperdicio, llevamos años haciéndolo”, resume con sencillez Gama, quien desde hace 18 años satisface a los pasajeros de Carnival.

SHOWS.

Luego de la cena, el teatro Ovation es el paso natural, donde al cierre de cada show mil personas felicitarán con un aplauso cerrado y durable la performance de los artistas.

Los espectáculos musicales nocturnos celebran diversos estilos: en Divas se ensalzan a las artistas pop más reconocidas, desde Lady Gaga a Madonna; The Brits pone el acento inglés homenajeando a los Beatles, The Who y los Rolling Stones; mientras que Motor City emula clásicos de los años 60, 70 y 80.

Por las tardes, el Ovation también recibe el Hasbro Game Show, que emula un set de TV con transmisión en vivo, donde las familias participan en juegos de trivia, un 4 en línea gigante y un Simon humano. El ganador se alza con un set de productos de Hasbro. Asimismo, este teatro alberga The Love Show, un concurso muy entretenido dedicado a parejas.

A ello se suma el auditorio Limelight, donde se presentan comediantes de stand up.

ACTIVIDADES.

El entretenimiento no se limita a los escenarios. Al caer la tarde llega a nuestra habitación la completa agenda del día siguiente, con actividades de todo tipo, a cada instante, para que todos se sientan a gusto.

Sólo a modo de ejemplo, en una sola jornada pueden caber una clase de gimnasia para fortalecer los abdominales, un concurso de trivia sobre Harry Potter, una reunión LGBT, una gran venta de relojes, un torneo de quemado, una rifa para ganar otro viaje en crucero, varios seminarios sobre tratamientos de bienestar y la invitación para ver a San Francisco contra Denver en un partido de la NFL, acodados en la barra de madera del RedFrog Pub mientras tomamos una cerveza importada.

Eso sin contar las exhibiciones y subastas de arte, donde se exponen obras de Britto y Max Ernst, entre otros; y el tentador casino, con sus torneos de Texas Hold’em, tragamonedas de toda índole e incluso una máquina con pinzas para atrapar, en lugar de osos de peluche, fajos de dólares.

Las veladas se pueden cerrar en Liquid, la discoteca sólo para adultos, donde entre tragos se celebran los pasos de los mejores –o más audaces– bailarines.

RELAX.

Ante tanto trajín, bien vale la salvedad: el que quiere, no hace nada.

Tomar una siesta en la habitación, asomarse a la lontananza marina o mirar la tele –el sistema de transmisión funciona perfectamente incluso en plena altamar– son buenas opciones de distensión puertas adentro o si el clima no acompaña.

Pero si sale el sol, las reposeras de la cubierta principal y sus corredores adyacentes se cubren de cuerpos en busca del dorado perfecto, mientras las piscinas ofrecen un chapuzón y los jacuzzis ofician de relajadas salas de reunión social. Esta área –en general matizada con música baja y tragos de colores– se vuelve más animada en ocasión de los concursos de baile o la muy festiva elección de Miss Carnival.

Por ello, si se requiere de un máximo sosiego al aire libre, vale dejar a los niños en el parque acuático –dotado de toboganes, rampas y baldazos gigantes de agua–, e internarse en Serenity, la cubierta superior sólo para mayores, con sus propios jacuzzis, hamacas y refugios.

Y si el pasajero aún siente que necesita una vacación dentro de su vacación, puede visitar el Cloud 9 Spa, descansar en la piscina de talasoterapia o dejarse consentir por un personal experto en masajes y tratamientos de belleza.

ESCALAS.

A este ritmo, uno se puede olvidar de que la Tierra sigue girando y con ella sus islas y playas. Por eso, con el solo fin de recordarnos que también es posible disfrutar en tierra firme, Carnival dispone en cada crucero una serie de inmejorables escalas.

En este caso, el Breeze ofrecía paradas en Gran Caimán, para aprovechar Tiki Beach y el encuentro cercano con delfines y mantarrayas; Cozumel, hito del buceo y el esnórquel, desde donde también se puede visitar las ruinas mayas de Tulum; y Key West, el pueblo más austral de Estados Unidos, con sus pintorescas edificaciones de estilo victoriano y la casa que habitó el escritor Ernest Hemingway durante casi una década.

Cabe destacar que ante cada escala Carnival ofrece surtidas excursiones (no menos de 20 opciones, divididas por interés), aptas para todos los bolsillos. La gran ventaja de contratarlas en el barco reside en una ajustada organización que permite aprovechar al máximo el tiempo, desde la mañana hasta última hora.

En este sentido vale mencionar que durante esta temporada el Breeze también estará navegando por Grand Turk, La Romana, Curazao, Aruba, Ocho Ríos y Nassau, entre otras opciones. El resto de la flota de Carnival cubre muchos más destinos en el Caribe, México, Alaska, Canadá y Hawaii.

PERSONAL.

En el segundo día a bordo, de camino a la cena una muchacha con la camisa de Carnival me saluda: “Buenas noches, ¿cómo está Nicolás?”. La sorpresa de que supiera mi nombre me confundió a tal punto que en vez de “Bien” respondí “Gracias”.

Así como Nevena, además de organizar mi cabina dos veces al día, tuvo la amabilidad de reconocerme, cada miembro del staff da lo mejor a bordo para que disfrutemos de un cálido servicio.

En el marco de una ronda de preguntas con los encargados de cada área, Roman Kofler, director de Hotelería del Breeze, nos comenta: “Estamos enfocamos en el equipo de trabajo. Las sonrisas son auténticas, forman parte de una mentalidad genuina porque cada tripulante disfruta complaciendo a los huéspedes. Son trabajadores de más de 60 nacionalidades, su interacción es amistosa y creen en el respeto mutuo”.

Lo mismo aplica para los responsables de la navegación: en una visita exclusiva al puente de mando, el primer oficial Onofrio Montagna nos recibe y explica que el cuerpo de oficiales chequea constantemente la ruta, las condiciones meteorológicas, la seguridad y el mantenimiento del barco.

Todo bajo el mando del capitán Vincenzo Alcaraz, nacido en Sicilia y criado a 20 metros del mar, cuya pasión entonces parece haber estado predestinada. Desde hace 20 años trabaja en Carnival, mientras disfruta de unos intermitentes 3 o 4 meses en altamar para luego visitar a su familia.

GASTRONOMIA… Y EJERCICIO.

Es cierto, ya nos hemos referido a la comida en el primer apartado.

Pero resulta que, además de todo lo mencionado, hemos pasado por Fat Jimmy’s BBQ, con sus pechugas grilladas y cerdo desmechado a la parrilla; solucionamos todo capricho estomacal en el servicio de 24 horas de Pizza Pirate; e invertimos el tiempo sumergiendo churros, bombones y bananas fritas en una fuente de chocolate.

Habíamos sido advertidos: de un crucero Carnival se sale con, al menos, dos kilos de más. Nada si se compara con las 130 mil toneladas del Breeze, pero lo suficiente como para decidirnos a contrarrestarlos.

Así, la cubierta 14 está dedicada a la actividad física. Una pista atlética rodea íntegramente el área, que contiene juegos como minigolf, pool, metegol y pimpón; una estación con aparatos de gimnasio al aire libre; y el SkyCourse, un circuito de trekking aéreo para niños y adultos con tres niveles de dificultad. A ello se suma la cancha polideportiva, apta para básquet, vóley y fútbol.

Entonces, del mismo modo en que entrenamos la mandíbula, nos abocamos a hacer otro tanto con el resto del cuerpo, mientras nuestra mente se ejercita en imaginar cuál será el próximo crucero a bordo de Carnival.

PARA FAMILIAS

Los cruceros de Carnival son ideales para familias, por toda la diversión y facilidades orientadas a niños y adolescentes. Desde el Kids Club hasta discotecas para preadolescentes (Circle C, de 12 a 14 años) y adolescentes (O2), los menores tienen su lugar. A ello se agrega el salón de videojuegos, el cine 3D Thrill Theater (que vende abonos ilimitados), desayunos con los personajes de Dr. Seuss, una tienda de dulces y el Night Owls Camp, con actividades y juegos nocturnos.

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