(Amigo lector: si acepta una sugerencia, no lea este artículo así como así. Busque una buena versión de “Rhapsody in blue”, de George Gershwin y déjela sonar de fondo… ¿Ya está? Ahora sí…)
La Gran Manzana, a través de la cámara de Woody Allen
“Capítulo 1: Él adoraba la ciudad de Nueva York. La idolatraba fuera de toda proporción. No, digamos que la romantizaba fuera de toda proporción. (Mejor) Para él, sin importar qué estación era, ésta aún era una ciudad que existía en blanco y negro, y que latía al son de las melodías de George Gershwin… (No, comenzaré de nuevo)… Capítulo 1: Él era muy romántico respecto a Manhattan como lo era con respecto a todo lo demás. Medraba en el ajetreo y el bullicio de las multitudes y el tráfico. Para él, Nueva York no representaba mujeres bellas y hombres experimentados, quienes parecían conocer todos los ángulos… (No, no, banal… Muy banal para mi gusto… Intentaré profundizar más). Capítulo 1: El adoraba la ciudad de Nueva York. Para él era la metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. La misma falla de integridad individual que provocaba que tanta gente tomara el camino fácil que convertía rápidamente a la ciudad de sus sueños en… (No… va a parecer un sermón. Aceptémoslo, quiero vender libros…) Capítulo 1: El adoraba la ciudad de Nueva York. Aunque para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. Cuán difícil era existir en una sociedad insensibilizada por drogas, música estridente, televisión, delincuencia, basura… (Mucho enojo. No quiero sonar enojado) Capítulo 1: Él era rudo y romántico como la ciudad que amaba. Detrás de sus lentes de armazón negro vivía el poder sexual de un felino… (Esto me encanta) Nueva York era su ciudad… y siempre lo sería”…
Así, exactamente así, comienza el filme “Manhattan”. El que habla en off es el protagonista: Dave, montado sobre el actor, guionista y director de la película, Woody Allen, justamente con Gershwin de fondo.
A lo largo de toda su carrera como cineasta, Allan Stewart Königsberg, al que nosotros conocemos como Woody, ha desarrollado una frondosa y compleja pero siempre intensa relación con Nueva York, como quizás ningún otro director de cine con un escenario o locación. Y es que en realidad no es un cineasta que filma en la Gran Manzana, Woody Allen es ante todo un neoyorquino que hace películas. Y muchas de ellas, la mayoría, se desarrollan allí donde nació, vive y disfruta. La ciudad misma es el lente por el cual Allen ve la vida.
DONDE TODO COMENZÓ.
Como decíamos, Woody Allen nació en Nueva York (más precisamente en Brooklyn), el 1° de diciembre de 1935. En una entrevista, el mismo explicó que vino al mundo en el seno de una familia “burguesa, bien alimentada, bien vestida e instalada en una cómoda casa”. Se crió en Broolkyn, estudió en la Universidad de Nueva York aunque no terminó la carrera de productor cinematográfico que había comenzado.
Aunque ya había hecho sus primeras armas como actor y guionista, su carrera cinematográfica en sí comenzó en 1969, cuando escribió y dirigió “Robó, huyó y lo pescaron”. Pero no fue sino hasta 1977, cuando rodó “Annie Hall”, que saltaría a la fama. Esa película, por ejemplo, lo hizo acreedor a cuatro estatuillas Oscar: a la mejor película, mejor director, mejor guion original y mejor actriz. Curiosamente esa película multipremiada, fue la primera que Woody Allen rodó en Nueva York. Por ejemplo, el departamento de Annie Hall (la actriz Diane Keaton) se encuentra en el distrito Upper East Side, específicamente en la calle 70, cerca de la Avenida Avenue. Del mismo modo, Alvy (Woody Allen) y su amigo Rob (Tony Roberts), caminan varias cuadras en la película por la calle 66 Este, de la Segunda a la Tercera Avenida mientras charlan sobre el estilo de vida en California. Por otra parte, Alvy y Annie, en la escena final, almuerzan y se reencuentran en “P.J.Clarke’s”, un tradicional bar que data de 1884 y que se encuentra en la esquina noreste del cruce entre la Tercera Avenida y la calle 55 Este, en Manhattan.
A “Annie Hall” le siguió “Interiors”, en 1978. Allen cambió entonces la temática, pasó de la comedia al melodrama, volvió a utilizar escenarios neoyorquinos y los combinó con los de Long Island. Pero el punto de inflexión llegaría en 1979.
MANHATTAN.
“Siento verdadera pasión y una gran devoción hacia la ciudad de Nueva York y creo que en la película se la ve de la forma más hermosa que se ha visto nunca en el cine. Cuidamos mucho la fotografía y creo que es realmente impresionante”, comentó Woody Allen sobre “Manhattan” (1979), película donde la propia metrópolis se convierte en una protagonista más. Con algunos visos biográficos (el director y guionista comenzó su carrera, cuando era muy joven como autor de chistes, tal como le sucede a su personaje, Isaac Davis), enfrenta un nuevo amor tras dos fracasos matrimoniales.
Aunque multipremiada, “Manhattan” no ganó ningún Oscar pero ya es considerada un clásico del cine y fue muy aclamada por el público. La escena del puente de Queensboro, que une la calle 59 con el distrito de Queens es inolvidable (de hecho quedó retratada en el póster de promoción del filme). Pero curiosamente, el banco donde se sientan los protagonistas no existió nunca: se agregó para la película. Todo el filme está musicalizado con piezas de George Gershwin, interpretadas la mayoría por la Filarmónica de Nueva York. Si es posible considerarla de ese modo, “Manhattan” es una verdadera declaración de amor a la ciudad.
Como decíamos, la ciudad es una protagonista más del filme, y hablamos de diversos escenarios. Por ejemplo, la tienda de alimentos donde Davis acompaña a Tracy (Mariel Hemingway) es Dean & DeLuca, que se sitúa en la 560 Broadway, entre Prince y la calle Spring, en el Soho; también aparece el ya desaparecido (cerró en 2011) restaurante “Elaine”, situado en el 1703 de la Segunda Avenida, entre las calles 89 y 88; y Isaac y su amigo Yale (Michael Murphy) recorren la Librería Rizzoli, en el 31 de la calle 57 Oeste, entre la Quinta y la Sexta Avenida. También aparecen escenarios clásicos como el Museo Guggenheim, del 1071 de la Quinta Avenida.
UNA SUCESIÓN INTERMINABLE.
La carrera de Woody Allen es vasta y larga, y su romance con Nueva York también lo es. Curiosamente una de las películas siguientes de Allen, con el sugestivo nombre de “Broadway Danny Rose” (1984), se rodó mayoritariamente en Nueva Jersey, aunque se produce un encuentro de los protagonistas en el Carnegie Deli, del 854 de la Séptima Avenida. Pero en “Hannah y sus hermanas” (1986), la Gran Manzana vuelve al centro de la escena: de hecho, el departamento de Hannah (Mia Farrow) era realmente el hogar de la actriz en Lagham, 135 de la calle Central Park Oeste. Y aparecen muchas otras locaciones como los Apartamentos Dakota (calle 72 y Central Park Oeste), el Edificio Chrysler (405 de la Avenida Lexington, esquina calle 42 Este), la casa de Abigail Adams (421 de la calle 61 Este) y el Hotel Waldorf-Astoria (301 de la Avenida Park).
En “Disparos sobre Broadway” (1994), el eje obviamente es el distrito considerado capital mundial de la comedia musical, pero la locación excluyente es el Teatro Belasco, situado en el 111 de la calle 44 Oeste. Y lo mismo vuelve a suceder en el filme: “Un misterioso asesinato en Manhattan” (1993). El eje de la película es el “Hotel Waldron” donde es hallado el cadáver sobre el que gira la trama. El exterior de la locación corresponde al Hotel 17, al 225 de la calle 17 Este, en East Village; mientras los interiores son del Hotel Chelsea, al 222 de la calle 23 Oeste, entre las avenidas Séptima y Octava.
“Días de radio” (1987) combina escenarios urbanos neoyorquinos típicos como el Radio City Music Hall, localizado en el 1260 de la Sexta Avenida; pero también locaciones en las afueras, como es el caso de Rockaway, en la costa atlántica de Queens.
“Alice” (1990) muestra cómo la protagonista se sumerge e interactúa en uno de los distritos más conocidos de Nueva York: el Barrio Chino.
El Central Park gana protagonismo en “Deconstruyendo a Harry” (1997), concretamente Bethesda Terrace; y vuelve a suceder lo mismo en “Todo lo demás” (2003) y en “Melinda y Melinda” (2004), donde una escena sucede en el Bow Bridge.
Woody Allen ha filmado en otros escenarios. Tiene su etapa británica (“Matchpoint”, “Scoop” y “El sueño de Casandra”), homenajeó a otras metrópolis (“Medianoche en París”, “A Roma con amor” y “Vicky Cristina Barcelona”) y ha rodado en San Francisco y Los Ángeles, por ejemplo. Sin embargo, la simbiosis con Nueva York, la evidencia de que es “su lugar en el mundo”, siempre lo vuelve a llevar a su Gran Manzana natal. Porque como declaró alguna vez, lo que más le gusta es “pasar el día rodando y volver a casa para cenar”.
”CAFÉ SOCIETY”, LA NUEVA YORK DE LOS AÑOS ’30
Woody Allen viajó al Festival de Cannes, en 2016, para asistir a la avant premiére de su último filme (escrito y dirigido por él): “Café Society”, donde como no podía ser de otro modo, vuelve a referirse a Nueva York. La “vuelta de rosca”, es que no se trata de la Gran Manzana del siglo XXI, sino la de los años 30, donde Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg), un joven neoyorquino del Bronx decide cambiar su vida y probar suerte en Hollywood, con el padrinazgo de su tío Phil (Steve Carell). El filme retrata y homenajea una época de bohemia de cafés, restaurantes y cabarets. Y de hecho recrea algunos del denominado circuito de Greenwich Village, como “El Marrueco” o el célebre “Cotton Club”. “Esa época siempre me ha fascinado”, declaró Woody Allen, “fue uno de los momentos más emocionantes de la historia de la ciudad”, agregó.
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